sábado, 11 de diciembre de 2010

La teoría económica neoclásica, ¿ciencia exacta o dinerología vulgar?




Pablo Luna y Rafael Isás


Desde hace tiempo, los pseudocientíficos tratan de convertir a la economía, en una ciencia exacta. Pero ¿han tenido éxito?

Algunos antecedentes del problema:


Todos sabemos que hay ciencias sociales, hay ciencias exactas, y pseudociencias.


Las ciencias exactas permiten determinar, mediante experimentos reproducibles, fenómenos determinísticos, o probabilisticos, de la naturaleza, sujetos a variaciones aleatorias. Las ciencias sociales más bien pretenden estudiar al ser humano y sus diferentes comportamientos, bajo diversidad de condiciones históricas, geográficas y culturales. Por su cuenta, las pseudociencias no siguen el método científico, no son demostrables, repetibles, y suelen basarse en creencias, dogmas, especulaciones y elucubraciones ideológicas, supuestos y no en hechos. A todo esto, no parece haber una ciencia social más manoseada por la pseudociencia, que la economía.


LA "DINEROLOGÍA" PSEUDOCIENTÍFICA


Las ciencia social llamada economía, definida como la administración de los recursos escasos (por parte del ser humano), ha sido objeto de deformaciones pseudocientíficas por parte de determinadas teorías, que incorporan ideología, falacia y discurso orweliano, que han degenerado en pseudociencias que podríamos denominar "dinerología", o bien, que confunden el estudio de la economía con las finanzas.


Debemos separar entonces la "dinerología" (pseudociencia financiera) de la economía (ciencia social), porque la economía es una ciencia social antropocéntrica, que debería tener como eje de estudio del comportamiento del ser humano viviendo en sociedad, y no al dinero, aunque sus conductas se vean reflejadas en términos de dinero, las que ha venido a servir, históricamente, como un medio de pago, o medio de referencia para asignar un valor de cambio a las mercancías o servicios a comercializar.


La dinerología es el estudio del dinero (no de la conducta humana, social), y como tal es posible crear complicados modelos matemáticos que omiten la acción y decisión del ser humano, y omiten la causalidad, porque el centro de estudio no es el comportamiento humano, sino simplemente el dinero. Es un análisis exclusivo de números que eliminan al ser humano, igual que la numerología de Pitágoras que buscaba las propiedades místicas de los números.


Eso sí, la dinerología estudia el efecto numérico, y no la causa (que es el ser humano), y han definido una serie de supuestos aplicables a la dinerología financiera. Los dinerólogos, con el fin de no perder su reputación, han querido hacerse llamar economistas, destruyendo la credibilidad en los verdaderos científicos sociales. Así, han venido dominando las diferentes facultades de las Universidades, formando un auténtico club exclusivo al que muy pocos tienen acceso, si no cumplen con postulados y exigencias (llámense modelos econométricos) que se ajusten al dogma defendido por ellos. Y esa dinerología financiera prevalece en las areas de planeación estratégica, finanzas y de mercadotecnia en las empresas. Igual sucede en el sector público, donde las decisiones son basadas en modelos econométricos, que nada tienen que ver con el comportamiento humano. En otras palabras, de un plumazo borran conductas de la gente, sin importar costumbres regionales, ni preferencias sociales.


Por otro lado, si alguien realmente influye en el movimiento de los precios de las acciones en los mercados de valores, lo único que está probando es que los precios de los títulos se basan comúnmente en información errónea y en las expectativas irracionales de la gente, echando por tierra toda le letanía neoliberal de los "ajustes racionales de los mercados" y de la "asignación eficiente de los recursos" cuando a los mercados se les deja en libertad. Nada más alejado de la realidad.


Siendo la economía la administración de los recursos escasos, está claro que los economistas deberían empujar hacia la conservación y uso sostenible de los recursos. Sin embargo los dinerólogos lo que estudian es la manera de hacer más dinero, ya que el crecimiento es un requisito intrínseco de la economía neoclásica, sin tomar en cuenta que al sistema económico lo sostiene otro sistema más grande que es el sistema ecológico.


Afortunadamente para ellos, los pseudocientíficos financieros, han encontrado la manera de crear un sistema financiero que usa dinero para producir más dinero, sin necesidad de producir nada. La producción real de bienes ha dejado de ser el vehículo por excelencia para producir dinero. De hecho, arriba del 90% de la oferta monetaria no es dinero en sí, sino depósitos creados a través del mecanismo de la deuda por parte de los bancos comerciales.


Actualmente el PIB de EUA tiene cerca de un 8% que corresponde a los bancos, y un 16% de las aseguradoras, que se originan en actividades que no producen nada, porque el inventario que manejan es dinero y el dinero no puede agregar valor a sí mismo. Si pensamos en valor agregado como la transformación física de inventarios para convertirlos en algo más útil, y queremos calcular una medida de dicho valor agregado, es claro que el PIB sobreestima el valor agregado que sería alrededor del 76% del PIB. Esto significa que las medidas de deuda contra PIB podrían estar subestimadas, y que el problema de deuda de EUA es un 31% peor de lo que se maneja en los medios. Así por ejemplo, podríamos llegar al absurdo que la proliferación de casinos agregan valor al PIB, que es en realidad lo que sucede cuando se contabilizan las operaciones especulativas en los mercados de valores.


FALLAS DEL DISEÑO DE LA ECONOMÍA


Todos sabemos que riqueza y deuda son cosas diferentes, como lo apuntó el químico Frederick Soddy, premio Nobel de química en 1920, que señalaba importantes inconsistencias del diseño del sistema económico. Pero en lugar de ser recibido como se recibe la crítica hacia la teoría de la Tierra plana, los economistas amantes de la pseudociencia desestimaron sus comentarios y fue ignorado por ese club selecto de pseudocientíficos.


The Economic Thought of Frederick Soddy by Herman E Daly, Louisiana State University


http://billtotten.blogspot.com/2009/07/economic-thought-of-frederick-soddy.html


Soddy apuntaba que la riqueza es un número positivo, y la deuda es un número negativo. Sin embargo, ambos hacen crecer los activos, y la creación de riqueza o deuda aumenta el PIB, algo que equivaldría a registrar las deudas como ingresos de una empresa (cosa que hizo Enron, y que se consideró fraudulenta).


Igualmente, Soddy invirtió buena parte de su tiempo en demostrar que el dinero es creado de la nada y que se presta a cambio de una renta - la tasa de interés -, descubrimiento que a mucha gente desde siempre le ha costado trabajo convencerse.


Así, EUA produce un máximo de un 76% del PIB en riqueza, y el restante 24% es creación de deuda (dinero creado por artilugios financieros). Y al dividir deuda entre PIB se divide deuda entre riqueza y deuda entre deuda a la vez, lo que lleva a un adefesio pseudocientífico como indicador de corte dinerológico, porque las unidades no calzan lógicamente.


Otro dato revelador y que no deja lugar a dudas, es que más del 95% de las transferencias que se realizan a diario entre los bancos en el mundo no tiene nada que ver con el comercio internacional de mercancías, sino son simplemente operaciones de corte financiero.


PSEUDOCIENCIA NEOCLÁSICA


A estas ya declaradas inconsistencias de diseño, los economistas neoclásicos agregaron inconsistencias pseudocientíficas. Crearon complicados modelos matemáticos y simulación para modelar la economía, asumiendo supuestos en lugar de buscar hechos, dejando, a su vez ciertas variables como fijas, y tomando como independientes variables que eran interdependientes, y de esta manera usan distribuciones de probabilidad con curvas gaussianas. Cualquiera que sepa algo de probabilidad y estadística, sabe que eso es una barbaridad, simple malpraxis estadística, como decir que 1+1 = 3 por razones de conveniencia.


Estaban creando un modelo que se apartaba de la realidad, y querían que la realidad se ajustara a su modelo, y no al revés. Pero esos modelos no fueron capaces de predecir o anticipar la crisis de 2008, como sí la anticiparon los analistas de la economía como ciencia social.


Y cuando la gente les cuestionaba, ellos volteaban despectivamente a ver, señalando que el que criticaba no conocía la teoría detrás de las complicadas y crípticas matemáticas que tenían. Decían con tonos altisonantes que la economía de mercado libre había creado sus propios mecanismos de asignación eficiente de recursos y que la crisis de 1929 no podría repetirse. A fin de cuentas tuvieron que tragarse sus palabras, pues lo que ocurrió en el 2008 les vino a dar una lección de humildad.


En un artículo, el billonario George Soros cuestiona la manera en que la ciencia social de la economía (dinerológica) se ha convertido en pseudociencia al incorporar supuestos (basados en creencias y no usando hechos) y al incorporar una especie de creencias religiosas que Soros denomina "fundamentalismo de mercado" que es una especie de religión que no se muestra alrededor de una cosmología, sino meramente alrededor del dinero.


Con el entendimiento de la diferencia entre la economía y la supersticiosa dinerología que miente con estadísticas tendenciosas, fue que Soros llegó a su condición de billonario. Para Soros, la economía es más materia de historia, que asemejarse a una ciencia exacta.


NUEVAS TENDENCIAS Y MODAS EN PSEUDOCIENCIA DINEROLÓGICA


Y como si toda esta pseudociencia dinerológica no fuera suficiente, ahora los académicos están desarrollando lo último en pseudociencia dinerológica, llamada "econofísica", otro intento de revitalizar la pseudociencia neoclásica que fue desacreditada con la crisis de 2008.


Failed Economists Are Now Developing 'Econophysics' As Our New Savior


http://www.businessinsider.com/failed-economists-concoct-new-econophysics-2010-8


Y de nuevo olvidan que la economía es una ciencia social, y no se han detenido a analizar los problemas que el científico Soddy apuntaba sobre el sistema económico, y tratan de crear un sistema físico donde el dinero si se crea y se destruye, y donde las deudas y el dinero pueden crecer indefinidamente, en un mundo donde los recursos son limitados, lo que lleva a regímenes insostenibles. Están en busca de la varita mágica para hacer que su pseudociencia sea reconocida como una ciencia exacta.


La cultura anglosajona siempre ha sido muy laica, pero siempre han tenido la necesidad de creer en algo, y parece que la política (como apuntaba George Orwell) o la pseudociencia, se tratan como religión, y se observan así posturas muy dogmáticas que nada tienen que ver con el espíritu crítico del científico de verdad. ¿Hasta donde llegará la pseudociencia dinerológica en el futuro? Llegará hasta donde la gente lo permita, pero la verdad no es democrática, y el hecho de que todo el mundo crea en la danza de la lluvia, no hace llover.


El problema de fondo es ¿quién sostiene a la teoría neoclásica, como ciencia exacta?


Obviamente son los intereses que desean que el dinero se reproduzca "ad infinitum", sin importar lo que suceda en el proceso. Así, se apegan a dogmas matemáticos, que pocos entienden, y que nada tienen que ver con el comportamiento humano. El engaño sobre la gente común es monumental.


Urge, entonces, el surgimiento de una teoría coherente con el comportamiento del ser humano y con el reconocimiento intrínseco de que existe un sistema ecológico, limitado, que sostiene a todo el edificio y que no permite que prevalezca la idea de crecer a toda costa hasta el infinito.


Afortundamente, notables economistas sociales se han dado a esa ardua tarea, destacando entre otros los trabajos de Herman Daly, Joshua Farley, Douglas Booth, Lester Brown, Robert Costanza y Munasinghe-Mohan-Osvaldo Sunkel-Carlos de Miguel.

















viernes, 3 de diciembre de 2010

Sobre la ciencia sombrìa





Hablemos de la economìa, la ciencia sombrìa, como la llegò a definir el historiador Thomas Carlyle allà por el siglo XIX, y es que resulta en verdad lùgubre porque para gestionar recursos escasos, y encontrar soluciones, hay toda una diversidad de caminos teóricos trazados, lo que la vuelve màs confusa que las opiniones de médicos en relación a interpretaciones clinìcas, y menos acertada aùn que los pronósticos metereològicos.

 
En economía los postulados están enmarcados en teorìas diseñadas de acuerdo a las situaciones propias de cada època, pero tambièn muy a propòsito a los intereses dominantes.


Los precursores de esta ciencia triste hablaban y debatìan acerca de la economìa polìtica. Eran verdadaderos monstruos: Adam Smith, David Ricardo, Thomas Robert Malthus, John Stuart Mill y Karl Marx, sòlo para citar a algunos notables.

 
Cuando sobreviene la revoluciòn industrial y el sistema capitalista despega con una fuerza inusitada, dando libre espacio a la creatividad y a la productividad, el mundo prospera, pero tambièn van surgiendo los primeros trusts, que en la pràctica vienen a demostrar que no existe tal cosa como los "libres mercados", como lo manifestaban los clàsicos.


Pasado el tiempo, los economistas convencionales, basados en los clásicos, toman los postulados librecambistas para darles forma teòrica, a manera de leyes inmutables que sòlo funcionan de esa manera, y los vienen a adornar con ecuaciones matemàticas para transformar a la ciencia social en una categorìa pretenciosa de ciencia exacta.




Asì, nos vienen a hablar de conceptos tales como el “Modelo de equilibrio general”, de “Las decisiones racionales de los consumidores”, de “Los mercados autoregulados”, y de otras quimeras. De ese modo, cualquier nuevo postulado que no estuviera respaldado por todo un edificio teòrico de variables y constantes arregladas en forma de modelos, no serìa ni siquiera considerado para ser tomado en cuenta en algùn foro de notables. De hecho, esa ha sido la tònica que distingue al desfile de premios Nòbel que otorga cada año la ciencia sombrìa.




Con el advenimiento de los neoclàsicos, la academia tradicional le da carpetazo final a la economìa polìtica.




Vienen los descalabros de la Gran Depresiòn que marcan la quiebra de la Economìa Clàsica y es cuando aparece el gran salvador del sistema capitalista, Sir John Maynard Keynes, quien recomienda intervenir en el mercado a travès de instrumentos fiscales que impulsen a la demanda agregada para sacar al sistema del colapso.




La Teorìa Keynesiana se encarama en el edificio teórico y de ahì se multiplican diversas versiones de Economìa del Bienestar, ayudando a elevar el nivel de vida de las naciones avanzadas, dando seguridad social a la mayoría de esas poblaciones.




De hecho, el mundo vive la època dorada despuès de la segunda guerra mundial, extendièndose la bonanza hasta principios de los años 70's, cuando el sistema muestra sìntomas de agotamiento, y que la escuela Neomarxista identifica, sòlidamente, como evidencias de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.




Es entonces cuando los apòstoles del libre mercado encuentran el momento propicio para el resurgimiento de los viejos postulados, pero en respuesta a un fenòmeno creciente que caracteriza a la evoluciòn moderna del sistema capitalista, es decir la financiarizaciòn de la economìa, en donde el capital busca refugio para maximizar ganancias y dar respuesta a la necesaria acumulaciòn. Economistas como Friedrich Von Hayek y Milton Friedman se encargan de ensalzar los beneficios de la economìa desregulada, clamando por el derrumbe de las barreras al comercio y el retiro estratègico del estado como interventor directo en los mercados, en beneficio del sector privado.




Esa base teòrica era lo que los grandes intereses, ahora financieros, necesitaban para imponer sus polìticas alrededor del globo terraqueo. La gran liquidez resultante del disparo de los precios del petròleo en los 70's genera un enorme mercado de eurodólares (dólares en circulación fuera del territorio de los Estados Unidos), donde los bancos mundiales corren en estampida para ofrecer crèditos atractivos a todo el tercer mundo, como palanca financiera para que los países en desarrollo logren sus autènticas aspiraciones de crecimiento acelerado.




Lo que sucediò despuès fue que la trampa del endeudamiento cobrò sus facturas y se desatan los efectos "tequila", "samba", y "vodka", que como fichas de dominò provocan grandes crisis que vienen a ser resueltas por los nuevos poderes fàcticos en forma de recetas austeras y draconianas impuestas por los "galenos internacionales", en la figura del Fondo Monetario Interancional (FMI) y del Banco Mundial (BM), y ademàs reforzadas por el sucesor del GATT, o sea la Organizaciòn Mundial del Comercio (OMC).




Ese dominio se deja ver igualmente, y como sustento a la renovaciòn de cuadros tecnocràticos en los diversos gobiernos, en las universidades norteamericanas y europeas. Cuadros de jovenes se graduan con las recetas librecambistas - monetaristas bajo el brazo, conocidas como Neoliberalismo. Instituciones como Chicago, Yale, Harvard, MIT, Stanford y Columbia le dan brillo a la teorìa dominante. Incluso algunos politòlogos y pensadores se dan el lujo de lanzar a los cuatro vientos la creencia de que vivimos el final de la historia (Francis Fukuyama) o de que la Tierra es plana (Thomas Friedman), en alusión a las supuestas bondades que la globalización económica promete.




Estas tendencias dan lugar a verdaderas aberraciones, pues se tiende a confundir a la economìa con las finanzas, o a creer firmemente que un estado se maneja como si fuera una empresa de gran tamaño, es decir, las cifras pùblicas deben de presentar superavits, de preferencia. Se sataniza el uso del gasto pùblico y al estado se le somete con una camisa de fuerza donde se le impide echar mano de los intrumentos fiscales. Asì, los impuestos sòlo sirven para financiar presupuestos pùblicos, y se desecha por completo la funciòn fundamental de redistribuciòn de la riqueza y de los ingresos. Igualmente, el estado se ve imposibilitado en hacer uso de su soberanìa monetaria, pues èsta ya descansa en las manos autònomas y "desinteresadas" de los bancos centrales, cuando en realidad sabemos que son guardianes de los intereses de los bancos privados quienes tienen la facultad de crear dinero de la nada y a su antojo.




Los noticieros cuando hablan de economìa, lo primero que reportan es còmo cerraron las bolsas de valores, las tasas de interès y los tipos de cambio, y nada màs, no hay otra cosa que reportar en cuanto a economìa se refiere, como si tales reportes tuvieran importancia crìtica para las actividades de un agricultor de las praderas venezolanas, o para un pastor de los Andes, o para un plomero de la ciudad de Lima, o bien para un tornero de un barrio de la ciudad de Mèxico. Es la gestiòn del dinero lo que ahora realmente importa.




Los grandes capitales imponen su ley en los mercados y exigen estabilidad en las cuentas pùblicas y en los tipos de cambio, para mantener acotada a la perversa inflación, y que asì ellos entren y salgan a placer de un paìs a otro, haciendo arbitraje con las tasas de interès, directamente responsables de su tasa de rentabilidad. Ya si las economìas sufren por pèrdida de competitividad de sus exportaciones, estancamiento de la economìa real, debilitamiento del mercado interno y expansiòn de la masa de desempleados, todo ello no tiene la menor importancia. Ademàs, se proclama que en el largo plazo las poblaciones se veràn beneficiadas al encontrar cada paìs sus ventajas competitivas, olvidando la enseñanza que nos dejò Keynes cuando afirmò que "en el largo plazo, todos estaremos muertos".




El dominio financiero recibe un golpe casi mortal cuando en el 2007 estalla la crisis de los crèditos hipotecarios subprime. Surgen los colapsos de muchos bancos, pero los grandes maniobran en las oscuridades de los lobbying centers de Washington y Londres, logrando ser rescatados, asì es que surgen voces apologèticas que exclaman a ocho columnas en los diarios de que los bancos beneficiados son instituciones demasiado grandes para quebrar (too big to fail) , y ahì sì se permite, bajo el capricho de las reglas neoliberales, que se den los subsidios a torrentes, pues es de "interès general" salvar a estos ìconos corporativos. La carga financiera de esos rescates la lleva, por supuesto, el sufrido y golpeado ciudadano, el infeliz tax payer.




La crisis no resuelta provoca que regresen con renovados brìos los representantes de la escuela keynesiana, argumentando que el sistema dominante va hacia al abismo y recomiendan hacer uso de la polìtica fiscal, para que todos nos salvemos del desastre. Apuntan que la inflación no es ahora el enemigo a vencer, si no el estancamiento que amenaza con perpetuarse y su compañero inseparable: el desempleo.




Sin embargo, los intereses financieros de Wall Street y la City muestran resistencia, abundan los desacuerdos, se logran ciertas medidas estabilizadoras de muy corto plazo, pero queda sin resolver el problema principal de còmo rescatar a una economìa mundial desfalleciente, amenazada de muerte por la inminente llegada de màs crisis, màs grandes, y màs frecuentes.




Pero tambièn empieza a tomar fuerza otra escuela que se apoya con las evidencias catastròficas del cambio climático, y del deterioro generalizado de la ecologìa, para profetizar que el sistema ya no es sustentable, pues se requerirìan tres o cuatro planetas Tierra adicionales para dar cabida a las aspiraciones de crecimiento acelerado de paìses que reclaman su parte del pastel, como es el caso de las naciones BRIC, pero igualmente de otras muchas màs que vienen detràs empujàndose unas a otras, basándose en patrones de consumo occidentales.




Nuestra ciencia lùgubre se encuentra en una encrucijada. Si se decide continuar con la idea de business as usual, el despeñadero nos espera a todos, no sòlo con catàstrofes financieras de pronòstico reservado, sino tambièn por escenarios apocalìpticos en el sistema ambiental - que sustenta al sistema econòmico - y que pondrìan en riesgo a la misma civilizaciòn en cuestiòn en pocas generaciones.




¿Què hacer entonces? ¿No hacer nada, màs que dar paliativos y subsidios a los grandes agentes econòmicos como lo sugieren los apologetas neoliberales? ¿Regular y retomar el papel rector del estado en la economìa, pero seguir con la firme idea de crecer a toda costa, como lo sugiere la escuela Neokeynesiana? o ¿Diseñar una nueva agenda econòmica que ponga en el centro de gravedad a la misma naturaleza, y a la justicia humana, para finalmente devolverle a la ciencia economìa su caracter social?




El momento grave, de transición urgente, nos dicta que es hora de desempolvar los estudios de economìa polìtica y a empezar a quitarle a la ciencia econòmica su caracter lùgubre.




Es hora de desterrar quimeras, de aprender de errores pasados, de considerar que nuestro medio natural es cerrado y que en breve – para el año 2030, para ser exactos - seremos màs de 9,000 millones de habitantes, y que prácticamente la mitad de esos seres humanos vivirán condenados en la miseria absoluta, si no se altera la manera en que producimos y distribuimos satisfactores.




El tiempo corre en nuestra contra y ya es hora de que la Economìa emita la luz que no deje lugar a interpretaciones utópicas con agendas ocultas.




Boca del Rìo, Ver., diciembre 3, 2010