sábado, 1 de enero de 2011

China frente a la segunda década del siglo



Cuando hablamos de historia, 60 años son sólo un suspiro, por eso cuando analizamos los sucesos históricos transcurridos en China en ese corto lapso de tiempo, no nos queda más que quedar con la boca abierta llenos de sorpresa.

Hasta antes de 1949, China era un país eminentemente feudal, que había sufrido invasiones y amagues de los imperios británico y japonés. Sin embargo, en ese año, Mao Tse Tung culmina la Gran Marcha que encabezó, y logra derrumbar al gobierno de Chiang Kai-shek, muy proclive a los Estados Unidos, haciendo que se refugie en la isla de Formosa, donde llegaría a formar la China Nacionalista ó Taiwán.

 

Mao funda en China continental la República Popular, inspirada en el marxismo y en sus propias enseñanzas, instalando una férrea dictadura burocrática, que además se aisla del mundo entero, y de paso le disputa a la Unión Soviética el liderazgo ideológico del mundo comunista.

 

Este período autártico - y que atrasó al país considerablemente - dura poco más de 20 años, pues luego Nixon y Kissinger vendrán a practicar la diplomacia del “ping pong”, quedando así reestablecidas las relaciones de Estados Unidos con el gigante asiático.

 

 
En la década de los 80’s, la URSS da signos de desmembramiento, que culminan con la estrepitosa caída de la “cortina de hierro”, y de paso con el muro de Berlín, para luego embarcarse en una dolorosa y atropellada transición al capitalismo, capitaneada por el nefasto gobierno de Boris Yeltsin, que a su vez se asesoró de los patéticos economistas y financieros del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM).

 
Así, cuando Rusia - una vez finiquitada la antigua URSS, cae en el caos, manifestado por corrupción rampante, cierre generalizado de empresas estatales e industrias anacrónicas, desempleo descomunal y galopante inflación - China pone sus barbas a remojar.




Muerto Mao, la sucesión de nuevos líderes, percibiendo que las economías centralmente planificadas no tienen futuro, se ponen a trabajar bajo la presión del tiempo y actúan con un pragmatismo a toda prueba. Por tanto, a fines de los 80’s, y principios de los 90’s, diseñan y hacen ejecutar las reformas económicas que abren el país al mundo, sirviendo de anfitriones a inyecciones masivas de inversión extranjera, con la misión de modernizar a la economía.




Las reformas permiten que firmas occidentales y asiáticas se instalen gozando de todo tipo de de facilidades, entre ellas, la abundancia y bajo costo de la mano de obra, tarifas subsidiadas en infraestructura y servicios, exenciones fiscales y una muy laxa legislación laboral y ambiental.




La respuesta internacional fue inmediata. Plantas enteras fueron desmanteladas en Estados Unidos, Europa y países desarrollados de Asia para instalarse en China, complementadas con la paulatina formación de nuevas empresas autóctonas, logrando así que el país registrara tasas de crecimiento sostenido por arriba del 9% durante más de una década.




Los productos hechos en China invadieron el planeta, gracias a sus precios ridículamente competitivos. Ello favoreció que las reservas internacionales crecieran a niveles estratosféricos, catapultando al país a disputarle a Japón el lugar número dos en cuanto a tamaño de la economìa, y en camino a alcanzar, en 20 años más, el nivel de ingreso por persona que tienen actualmente los Estados Unidos, siempre y cuando logren sostener el ritmo de crecimiento hasta ahora observado.




Lo interesante del caso es que China no puede definirse como un modelo auténtico de economía de libre mercado, según lo postula el dogma neoliberal, pues el gobierno practica una sólida política intervencionista en materia monetaria, fiscal y laboral, pero de no haberlo hecho así, la nación hubiera sufrido la misma suerte que experimentaron los países del Este europeo, al instrumentar su dolorosa y torpe transición del comunismo al capitalismo salvaje.




Sin embargo, no todo es de color rosa en la República Popular China. Detrás del crecimiento vertiginoso y de la modernización urbana e industrial, que deja atónitos a los visitantes, existen graves contradicciones y serios problemas que ponen en duda la sustentabilidad a mediano plazo del modelo seguido hasta ahora.




Una grave deficiencia es la carencia de libertades políticas y de abierta democracia, que han dado lugar a persecuciones y violaciones flagrantes de los derechos humanos, cuestiones que están bien documentadas. Igualmente, la ocupación militar, y la barbarie desplegada sobre el Tibet y su pacífica población, se prolonga ya por varias décadas.




La ausencia de derechos laborales sobre la mano de obra industrial hace que millones de trabajadores sean abiertamente explotados bajo condiciones que no se tolerarían en ningún país desarrollado de occidente, salvo el caso, claro está, de los trabajadores inmigrantes del tercer mundo.




Otra grave contradicción es que la brecha entre el bienestar de la población urbana y la rural se hace cada vez más amplia y, por ende, más peligrosa. Los beneficios del auge, no han llegado plenamente a la inmensa población campesina.




Y, para hacer las cosas aún peor, el explosivo crecimiento de la economía se ha logrado a expensas de la devastación del delicado equilibrio ecológico: suelos erosionados, acuíferos sobreexplotados y contaminados, ríos y lagos cargados de tóxicos, bosques desforestados, especies marinas en peligro de extinción y aire irrespirable de las ciudades.




Lo anterior obliga a que los gobernantes chinos lleven a cabo rápidos cambios profundos para dar solución al desafiante crucigrama que presenta el país.




El pragmatismo de los líderes chinos se está poniendo a prueba de nueva cuenta. La trascendencia de las transformaciones históricas a lo largo de 60 años habla de la capacidad innovadora de este pueblo, y ahora, para los próximos 20 años tendrán que redoblar esfuerzos y enderezar lo que está torcido, pues la cuestión de sobrevivencia sigue siendo vigente.




El mundo está ahora más atento que nunca sobre lo que suceda en China, con la diferencia de que las naciones ya no serán meros espectadores, sino coparticipes de las transformaciones inevitables, pues en los tiempos actuales las relaciones con esta formidable nación asiática presentan curiosa simbiosis, ya que lo que suceda a miles de kilómetros de distancia tendrá repercusiones inmediatas en los demás continentes, se traten de aspectos económicos, o de cambio climático.




De lo anterior podemos sacar algunas conclusiones importantes con referencias al otro gigante asiático, la India:




1. El crecimiento econòmico, por sì mismo, no es garantìa de reducciòn a la pobreza, ni en una mejor distribuciòn del ingreso, ni en correcciones importantes en la situaciòn de pobreza existentes, a pesar del espectacular desempeño de la economía China.




2. Lo que realmente importa es la naturaleza, o calidad del crecimiento econòmico que se obtiene, es decir, que èste alance a los segmentos de la poblaciòn màs pobres, que los cambios que se adopten en la polìtica econòmica generen suficientes oportunidades para estimular el empleo, y que el mercado y el Estado se complementen para asegurar la satisfacciòn de necesidades bàsicas y acceso para toda la poblaciòn, sin restricciones, a los servicios sociales indispensables.




3. Por tanto, derivado de lo anterior, la intervenciòn del gobierno es crucial para influir que el crecimiento econòmico mejore las condiciones de la poblaciòn pobre, a pesar de la visiòn contraria que esgrimen los simpatizantes del fundamentalismo de mercado.




4. Los procesos seguidos en estos dos paìses gigantescos han sido diametralmente opuestos, pues mientras que en China prevalece una orientaciòn màs egalitaria y controladora por parte del Estado, en India ha sobresalido la mano del mercado libre, con menor intervenciòn gubernamental. El caso de China, a pesar de sus enormes retos, ha sido màs exitoso, tanto en tèrminos de crecimiento, como en abatimiento de la pobreza.




5. China, en virtud de las limitaciones del mercado exterior, que aùn no se recupera de la crisis financiera del 2008-09, tendrà que desarrollar màs su mercado interno, so pena de quedar vulnerable a las tendencias cìclicas y volàtiles de otros mercados.




6. La India ha captado mucho la atenciòn por su desarrollo en tecnologìas de la informaciòn (IT) aplicadas a simplificar procesos administrativos, ese hecho, sin embargo, no ha repercutido de manera importante en la generaciòn de empleo y en la reducciòn de la pobreza en ese paìs, cuando se comparan esas estadìsticas con el tamaño de su economìa.




7. Una característica esencial de la globalización es que comercio exterior, mercados financieros, movimientos migratorios y depredaciòn ecològica se entretejen en relaciones mutuas.




China y el mundo, después de 60 años, dependen uno del otro, es decir, velozmente han aprendido la lección de lo que significa dormir con el enemigo.

























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