lunes, 4 de octubre de 2010

Hacia un Mèxico Democràtico

Rafael Isàs R.

Democracia es el poder de la gente. Posibilidad de cambio y transformaciones que tienen sentido. Es la esencia de la convivencia social y un ideal que desde siempre se ha perseguido. Alcanzar el estado de justicia anhelado ha sido motivo de luchas milenarias, pero que aùn sigue vigente.

Hoy la democracia sigue siendo una quimera, inconcebiblemente no es una realidad. Las formas imperantes de gobernar distan mucho de aquellas que pensò la Grecia antigua y tambièn la de aquellas propuestas de quienes fundaron nuestra naciòn.

La democracia en Mèxico es un ideal no realizado y la fachada que presenta es como la de nuestras zonas arqueològicas, una ruina. Ese ideal permanece malherido, agonizante, humillado por la corrupciòn de polìticos, masacrada por la violencia, relegada por la apatìa ciudadana y desvirtuada por los medios informativos.

Vivimos en una naciòn donde el nombre de la democracia se usa para montar un circo en cada perìodo electoral, ahogada en toneladas de despensas, playeras, gorras, sombrillas, llaveros y demàs objetos, que usados como espejitos sirven para acarrear grupos y comprar conciencias.

En nuestro Mèxico la sociedad llega a las urnas desfalleciendo, llena de sospechas y desconfianzas, temerosa por la violencia, presionada por un règimen autoritario, confundida entre spots y anuncios que difunden frases huecas sin sustento y que ejerce el voto porque hay que hacerlo, pero a sabiendas que todo serà inùtil.

La prensa ya està lista para declarar el triunfo de algùn contendiente, el àrbitro atado de manos, con guiòn preparado, y asì queda montado el escenario, mancillando la dignidad de los ciudadanos, burlàndose del ideal democràtico.

Sin embargo, el règimen no logra ocultar del todo la intenciòn de los votantes, la voz de protesta, la pugna de los inconformes. Esas voces se dejan oìr en el mar de conformismo, la democracia aùn tiene energìa para reclamar y exigir un alto en el camino. No màs abusos, no màs robo, no màs mentiras, no màs simulaciòn, no màs violencia, no màs pobreza.

Los ciudadanos son los ùnicos que tienen el arma capaz de vencer cualquier batalla. Alzando la voz reclamando lo que es suyo, defendiendo esa voluntad de cambio, señalando con el dedo a quienes se oponen y que pretenden silenciarlo.

Votar no es suficiente para nombrarse ciudadano, pues es apenas el acto màs elemental de una democracia, es tan sòlo el inicio de un proceso donde se tiene que participar en todo momento. Cuidar del voto como se cuida la propiedad de los bienes familiares y exigir el cumplimiento de la voluntad popular.

La democracia vive en la voz alzada de cada habitante que conforma al Estado, en los pies de los manifestantes, en cada exigencia hecha pùblica, y no en las resoluciones de un tribunal maniatado.

Los polìticos encumbrados son pocos, de hecho no son nada, pero estàn ahì porque les dimos la oportunidad de llegar a esos puestos. Se olvida que ellos estàn para servirnos y que podemos quitarlos cuando no cumplan nuestras decisiones, asì como se remueve a un empleado que falla en alcanzar los objetivos trazados, entonces ¿por què tenerles miedo? ¿no deberìan ser ellos los temerosos?

La democracia se asfixia con el miedo, asì como los ciudadanos se asfixian con tanta propaganda chatarra. Sòlo es cuestiòn de apagar el televisor y salir a calle llevando nuestra voluntad por delante y demandar lo que nos conviene, lo que realmente anhelamos y que le hemos dado la categorìa de bienestar.

La dictadura se presenta acorazada porque con sangre ha de vencer. La democracia se presenta desnuda porque con la palabra ha de convencer.

2 de octubre, 2010 (jamàs se olvida)

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